Crece la expectativa de los
independentistas de Escocia por el referéndum que se realizará el próximo 18 de
septiembre. El 41 por ciento de los consultados están de acuerdo con la
autodeterminación y desde los movimientos independentistas confían en que la
brecha entre el “sí” y el “no” puede seguir reduciéndose.
Esta consulta popular es
histórica y es necesario remontarse al siglo XI, durante las Guerras de Independencia
Escocesa (1290-1363), donde diversas invasiones pusieron en manos de los
ingleses territorios de Escocia, aunque sin poner en riesgo la independencia.
En 1603 Jacobo VI de Escocia se convirtió en Jacobo I de Inglaterra, pero la
unión de las coronas mantuvo los parlamentos separados. Escocia retuvo su
gobierno, pero el conflicto entre ambos países se transformó en económico.
Finalmente, los parlamentos
escocés e inglés firmaron el Acta de Unión (1707), por la cual ambos fueron
disueltos, y todos sus poderes transferidos a un nuevo parlamento en Londres
que se convirtió en el Parlamento de Gran Bretaña. Actualmente, Escocia es una
nación constituyente y región administrativa del Reino Unido de Gran Bretaña e
Irlanda del Norte con su propio gobierno autónomo, el Parlamento Escocés, con
sede en Edimburgo. La nación era un estado soberano antes de la aprobación del
Acta de Unión de 1707 cuando el Reino de Escocia se unió con el Reino de
Inglaterra para establecer el Reino Unido. Los temas principales del referéndum
son la economía escocesa, la defensa de las Islas Británicas, las relaciones
entre Escocia y sus vecinos y la afiliación con organizaciones internacionales
como la Unión Europea, la OTAN y la Mancomunidad de Naciones.
El Ministro Principal de Escocia, Alex
Salmond, y su Partido Nacional Escocés (SNP en sus siglas inglesas) están a
favor de la campaña independentista. Por su lado, el Primer Ministro británico
David Cameron y la mayoría de los otros partidos políticos en Gran Bretaña
están a favor de la continuación de la unión entre Escocia y el resto del Reino
Unido. Escocia aporta poco más del 8% del total de impuestos recaudados en el
Reino Unido (excluyendo petróleo y gas), aproximadamente la misma proporción
que el tamaño de su población.
El planteo independentista de Escocia es
volver al estado de independencia perdido en 1707. Inglaterra propone el
otorgamiento de mayores facultades administrativas y mayor poder en el
parlamento pero siempre dependiendo de la centralidad del poder de la corona
inglesa.
Esta propuesta se llevó a cabo en 1998 y fue
considerada por los independentistas como un estado intermedio en la transición
hacia un estado libre escocés. Lo cierto es que en plena crisis de las
potencias occidentales, donde Inglaterra atraviesa un proceso de ajuste
encabezado por su ministro de hacienda, Osborne, de 1.000 millones de libras
(1.200 millones de euros). En este contexto, el próximo 18 de septiembre, es
muy probable que Escocia logre la independencia que busca desde 1707. Es, sin
duda, un golpe al corazón de un imperio en decadencia.
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